Es fin de semana en Santiago de Cuba, la segunda ciudad más grande del país, y la música suena a todo volumen en los bares, discotecas y clubs. Pero adentro no hay nadie. La gran mayoría de la gente está abarrotando las plazas públicas, donde el Gobierno comunista por primera vez en su historia instaló internet inalámbrico, en un país donde el costo de conexión es prohibitivo y menos del 4 por ciento de hogares tiene acceso a la red, según cifras de Naciones Unidas.
“Nos pasamos casi cuatro años sin vernos”, dijo, emocionado, Jesús Vázquez, un economista de 43 años que acababa de tener una videollamada con sus dos hijas mayores, que emigraron hace casi una década a Estados Unidos y Europa. Al lado de Vázquez, su esposa e hija menor no podían contener las lágrimas de alegría tras ver, por primera vez en años, a sus familiares del otro lado del teléfono.
Para conectarse por una hora en estos lugares públicos, los cubanos tienen que comprar una tarjeta de la empresa telefónica estatal que les cuesta unos 50 pesos (unos dos dólares), que si bien representa casi el 10 por ciento de un salario medio, es la mitad de lo que cuesta conectarse desde cabinas públicas.
“Es una iniciativa muy buena, pero creo que pueden bajar más las tarifas”, comentó Vázquez.
A pesar del costo, no había bancas vacías en el atiborrado parque de Santiago de Cuba, uno de los 35 espacios con Internet inalámbrico que el Gobierno inauguró en julio. Los más jóvenes bajan aplicaciones, canciones, ven vídeos y dan sus primeros pasos en Twitter, Facebook y otras redes sociales. El resto, habla con sus familiares en el extranjero con teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras portátiles.
Ya sea por el férreo bloqueo impuesto por Estados Unidos o por preocupaciones sobre el flujo de información en un país con el monopolio de los medios de comunicación, Cuba se ha quedado atrás en la Red de redes. Después del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington y con la flexibilización de algunas restricciones del embargo comercial estadounidense, como las del sector de telecomunicaciones, empresas en Sillicon Valley están ansiosas por entrar pronto al virgen mercado cubano.
De hecho, ejecutivos de Google han visitado la isla dos veces en los últimos dos años.
¿BATALLA IDEOLÓGICA?
El Gobierno ha prometido poner Internet “al servicio de todos” y extender la banda ancha a un 50 por ciento de los hogares de la isla para el 2020, pero se está tomando su tiempo.
“Todo el mundo sabe por qué en Cuba no hay más internet, porque ello tiene un alto costo”, dijo recientemente el vicepresidente cubano José Ramón Machado.
“Existen algunos que nos la quieren dar gratis, pero no lo hacen con el fin de que el pueblo cubano se comunique, sino con el propósito de penetrarnos y hacer trabajo ideológico para lograr una nueva conquista (…) Tenemos que poseer Internet, pero a nuestra forma”, agregó.
En Cuba, el contenido de Internet suele estar regulado por el Estado y algunas páginas son imposibles de ver aunque el nivel de restricción del acceso no se compara al de países con un control más férreo como China o Corea del Norte. Sin embargo, decenas de entrevistados por Reuters, en Santiago de Cuba y La Habana, se mostraron indiferentes a las consideraciones políticas y aseguraron que, como cualquier otro joven de América, sólo querían navegar por la red.
“Lo que necesitamos es más acceso, y más barato, como tienen en todo el mundo”, dijo Ariel Boggiano, en una concurrida avenida de La Habana, luego de una videollamada de una hora con un tío en Las Vegas.
Antes de la llegada del Internet inalámbrico, el acceso estaba limitado a costosos hoteles y “joven clubs”, que atienden al 20 por ciento de la población.
Mayra Arevich, presidenta ejecutiva de la estatal de telecomunicaciones Etecsa, prometió más puntos públicos de acceso inalámbrico antes de fin de año, además de seguir abaratando los costos. “Esto es el inicio”, dijo esta semana en una mesa redonda transmitida por la televisión estatal. “Vamos a continuar bajando las tarifas”.
Mientras eso llega, algunos ingeniosos cubanos ya empezaron a vender acceso a Internet a menor precio que el oficial regulado. Comparten la conexión desde sus teléfonos móviles con varias personas, aunque a una velocidad menor.
“Los cubanos le sacamos la vuelta a todo”, dijo, sonriendo, Manuel Martínez, uno de los que brinda el servicio.
(Reporte adicional de Andrew Cawthorne y Daniel Trotta en La Habana. Editado por Pablo Garibian)